Abel Chapman y Walter J. Buck, cazadores naturalistas británicos de finales del XIX, dejaron referencias sobre la Laguna de la Janda y sus aves en sus obras sobre España, de lectura obligada para los amantes de la naturaleza de nuestro país. En los siguientes enlaces pueden verse y descargar ambas obras.
Entre las referencias que de la Janda aparecen en dichas obras aparece la siguiente:
Pocos lagos españoles cubren un área considerable, aunque las lagunas de La Janda, cerca de Trafalgar, la de Fuentepiedra cerca de Málaga y la Albufera de Valencia, son excepciones.
La Laguna de la Janda, un mar interior de agua turbia de color amarillo, rodeado de cinturones de juncos y carrizos que se extienden por kilómetros, es un reconocido cazadero de aves en el que abundan en invierno con los ánsares, patos, zampullines y somormujos, además de agachadizas, polluelas, alcaravanes y aves acuáticas de todo tipo. Las mesetas secas situadas al norte son un importante atractivo para el sisón; y grandes bandos de codornices y chorlitos dorados encuentran aquí refugio seguro en determinados momentos. Pero al ser un territorio bien conocido, y habiendo sido descrito por otros, sólo cabe añadir que la Janda es destacable por ser en la primavera un lugar de cría de la Grulla (Grus communis), que aún anida en cierta cantidad en medio de la vasta zona de espesos carrizales y áreas pantanosas que se halla hacia Casas Viejas.
Los nidos de la grulla son acumulaciones enormes de espigas y plantas acuáticas instaladas sobre aguas pantanosas que se esconden entre los juncos que crecen en la primavera ocultando completamente el agua. La grulla pone dos huevos hermosos, verdosos, pero salpicados de tonos marrones difuminados, sobre el final de abril. Antiguamente la grulla utilizaba también para reproducirse las marismas del Guadalquivir, pero no la hemos hallado en los últimos años, y temo que ya está desterrado para siempre de ese complejo. Es sinceramente deseable que estas majestuosas aves acuáticas, cuyo aspecto imponente y resonante trompeteo prestan tan peculiar encanto a los solitarios parajes que frecuentan, puede ser tratadas con mayor consideración en su último bastión en la Janda.